Estos tres productos, marcas comerciales, están constituidos por ácido hialurónico de alta densidad, cuya aplicación va más allá de zonas puntuales del rostro, como las ojeras o el contorno de los labios. Su acción es biorregeneradora: estimula la producción de colágeno y elastina, ayuda a combatir la flacidez, hidrata y redefine el contorno del rostro.
Biorregeneración, la palabra clave
Los bioerregeneradores, hoy por hoy, son de los tratamientos más buscados en dermatología estética. Y esto se debe a que su acción permite apreciar un notorio antes y después, sin necesidad de someterse a una cirugía. Y lo mejor: no sólo puede aplicarse en el rostro, esta versión de ácido hialurónico no reticulado es utilizada también en brazos, cuello, manos, rodilla y pecho.
Los biorregeneradores son ácido hialurónico de alta concentración (64 mg/2 ml) no reticulado (como anticipamos, se denomina así al que usamos en masoterapia facial, para hidratar y que se aplica a nivel superficial), de baja viscosidad (es decir es un gel muy fluido, muy liviano) y que no tiene agregados de agentes químicos de ningún tipo. Es un gel muy manejable, de baja respuesta inflamatoria que cada día gana más y más adeptos por su extraordinaria versatilidad. Básicamente actúa sobre las tres capas de la piel: epidermis, dermis e hipodermis.
Al ser constitucionalmente ácido hialurónico puro, sirve para hidratar realmente en profundidad la piel y devolverle la lozanía. Su aplicación estimula la producción de colágeno y elastina; es decir “pone a trabajar” a las células para que produzcan su propia firmeza. Este tratamiento remodela el rostro desde el interior, permitiendo revertir la laxitud de la piel y eliminar arrugas, aportando luminosidad, tersura y suavidad.
Estos bioestimuladores se inyectan a través de una técnica que los dermatólogos conocemos como BAP, que consta de diez lugares estratégicos donde inyectar en el rostro; se trata de los puntos por donde pasa la red de capilares linfáticos, es decir el sistema encargado de “distribuir” el ácido hialurónico aplicado.
Para apreciar los resultados del tratamiento, se necesitan de 1 a 3 aplicaciones (dependiendo el producto y el paciente), con intervalo de 30 días entre ellas. Generalmente se inyecta en el tercio medio e inferior de la cara, justamente el lugar donde la flacidez se hace más notoria.
Como no es un relleno “instantáneo” ni una cirugía, es necesario darle al metabolismo de nuestra piel el tiempo necesario para adecuarse a las nuevas órdenes del ácido hialurónico. El efecto tensor en personas de entre 35 y 60 años se nota al cabo de la segunda sesión. Mientras que los efectos de luminosidad y borrado de arrugas se perciben algún tiempo antes.
Es fundamental saber que se trata de un tratamiento indoloro, ambulatorio y que no tiene prácticamente contraindicaciones. Se recomienda especialmente para personas de entre 35 y 60 años y para pieles que han perdido hidratación, tono, elasticidad y que necesitan turgencia y firmeza.
En la consulta previa al tratamiento, es importante que el especialista conozca su historial médico y qué medicamentos consume. Además, le indicará no tomar aspirinas o antinflamatorios durante las 48 horas previas.
El biorregenerador, como su nombre lo indica, no es un relleno, sino un elemento que al inyectarse se difunde por la piel llevando nutrición a las células y permitiendo que “ellas mismas” se rejuvenezcan. Es biocompatible, es decir no produce rechazo y finalmente se reabsorbe en el cuerpo, siendo necesaria una nueva aplicación (aproximadamente a los 6 u 8 meses después de la última visita al consultorio). No tiene efectos adversos y da un efecto lifting sin recurrir a la cirugía o bien, en algunos casos, para tener una vista previa de cómo podría el rostro luego de pasar por el quirófano.